En el barrio de La Paternal hay un tesoro a la vista de todos. Un lugar único, histórico, al que cualquier fanático del fútbol le gustaría conocer. Un sitio que fue testigo del crecimiento de un jóven, que al poco tiempo conquistaría el mundo entero. Este chico, de cabellera pronunciada, ya deslumbraba en la Asociación Atlética Argentinos Juniors con tan sólo diecisiete años de edad. Y por supuesto ya era amado por todo el vecindario. Su futuro prometía ser glorioso.
Dicha reliquia se encuentra en Lascano 2257, y sobresale por el hecho de ser la primera propiedad que tuvo Diego Armando Maradona en Capital Federal. Paradójicamente se encuentra ubicada a tan sólo cuatro cuadras del estadio que hoy lleva su mismo nombre. Tiene también un fuerte valor simbólico, ya que gracias a su nueva adquisición pudo sacar a sus padres de su humilde hogar en Villa Fiorito. Vale destacar, que el inmueble fue un regalo que le hizo Argentinos tras firmar su primer contrato profesional como jugador en 1978.
Y allí está la verdadera historia: quien por aquellos años formaba parte de la dirigencia del Bicho, e inclusive confeccionó la primera unión contractual, fue el Doctor Alberto Pérez. Actual dueño de “La casa de D10S”. La familia Maradona, abandonó la morada a fines de 1980, cuando se mudaron a Villa Devoto. Y desde ese entonces, Pérez ya tenía en mente adquirirla. Finalmente, luego de tener varios propietarios negoció la compra por una suma cercana a los cien mil dólares.
En octubre de 2016, la Legislatura Porteña aprobó poner en la entrada una placa de mármol conmemorativa del lugar histórico para el barrio y para todos los maradonianos.
Cada espacio de la casa, es un túnel del tiempo en sí mismo. Las fotografías, camisetas y objetos de la época conspiran en pos de hacernos sentir como en casa, y en compañía del más grande. La sensación es que el Diez todavía está allí, o al menos su espíritu. Sobre todo en rincones tan particulares como la cocina y su propia habitación, que están recreadas al detalle. El gran trabajo llevado a cabo por la familia Pérez, es un regalo para cada fanático de la historia de Diego. Y la complicidad es mutua, ya que muchos de ellos colaboran también con regalos para la casa.
Quien también pone su granito de arena para construir la magia del lugar es Marcelo Chiarello; quien hace una intervención con sus pinturas a mano sobre mármol. Según sus propias palabras, sus piezas artísticas tienen como fin crear un nuevo concepto a la hora de decorar un punto de encuentro entre el pasado y el presente. Siempre teniendo como objetivo la revalorización y la difusión del arte en la piedra. Además cuenta con el reconocimiento de ser uno de los mayores coleccionistas de sobres de figuritas de Sudamérica.
Sin dudas un rincón en el mundo que vale la pena conocer. Por el mismo encanto de la casa y las historias que guarda, como también por la atención de sus dueños que son una suerte de “Enciclopedia Maradoniana”, no hay nada que ellos no sepan sobre Pelusa. A esta altura, ya es ley: todo aquel que ame la historia del Pibe de Oro, tiene como cita obligada pasar por este lugar, y deslumbrarse por su cuenta.
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