En un partido electrizante, no apto para cardíacos, Boca y River empataron 2-2 por el partido de ida de la gran Final de la Conmebol Libertadores en La Bombonera. Los goles del local fueron obra de Ramón Ábila y Darío Benedetto; mientras que para la visita anotaron Lucas Pratto y Carlos Izquierdoz (en su propia valla)

El Estadio Alberto J. Armando fue testigo de un evento único, que paralizó al país entero. Desde temprano el público Xeneize colmó las tribunas y las inmediaciones del lugar. Sin dudas uno de los momentos más emocionantes de la tarde fue cuando ingresaron los equipos, con la atenta mirada a la Copa que se encontraba en el campo de juego.

Mucho se había hablado en la previa de cómo podía llegar a desarrollarse el encuentro, y ambos equipos no defraudaron: nos regalaron un cruce digno de una final. Con algunos errores, es cierto, pero con la certeza de que dejaron todo en cada pelota, y con muchas ganas de ver que sucede en el cierre definitivo de la serie en El Monumental.

Disputa colombiana en el Superclásico. Foto: Marcelo Fernández

Ya en los primeros 45 minutos llegaron las emociones. Ábila fue el encargado de romper el cero tras una floja respuesta en el primer palo de Franco Armani, que no pudo contener el disparo del delantero. El grito de desahogo fue ensordecedor, pero duro poco, ya que inmediatamente el Millonario logró la igualdad a través de un remate cruzado de Pratto.

A partir de allí reinó la paridad en el trámite, hasta que los Bosteros se volvieron a poner en ventaja, gracias a un certero cabezazo de Benedetto sobre el final. Y se fueron al descanso. Los de Núñez sabían que no era un resultado conveniente y buscaron el gol desde el principio del complemento.

Darío Benedetto festeja con todo su gol. Foto: Marcelo Fernández

Finalmente, el tanto terminaría llegando tras un error en el área del defensor Izquierdoz que dejó sin respuestas a Agustín Rossi, quien vale aclarar tuvo un buen desempeño. Los de Barros Schelotto sintieron el golpe y empezaron a ser más precavidos a la hora de ir buscar la victoria. Sabían que cualquier otra falla la podrían pagar muy caro.

Sobre el epílogo, los Auriazules tuvieron una clara chance con “El Pipa”, pero respondió con solvencia el arquero de la Selección Argentina. Los minutos pasaron, pero ninguno pudo volver a entonar el grito sagrado. Dejando la puerta abierta para lo que será la revancha del sábado 24 de noviembre en el Antonio Vespucio Liberti.

Por Federico Urriza
Imagen Marcelo Fernández