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Que difícil comenzar, que feo es ver lo que le están haciendo al fútbol, y ya no sólo los dirigentes nefastos y los barrabravas, sino también los mismos protagonistas. Algo es seguro: lo que sucedió anoche en el estadio José María Minella de Mar del Plata fue vergonzoso por donde se lo mire, y no hay distinción de colores para esto. No se trata de ver quien lanzó el primer golpe, quien el segundo u el tercero. Todos tienen su parte de culpa en lo acontecido. Y lo que debió haber sido una fiesta, terminó siendo un bochorno sin igual.

Muchas son las preguntas que surgen: ¿Hasta cuándo hay que soportar esto?, ¿No deberían ser los jugadores los primeros en dar el ejemplo? Pero pocas son las respuestas. Es cierto también, que los protagonistas son de carne y hueso y viven inmersos en una sociedad que festeja más “la cultura del aguante”, que una noble acción como la de Franco Niell, quien en medio de la gresca, y sin dudarlo, se arrojó sobre la humanidad de Mariano Andújar para que no siga recibiendo golpes.

Más allá de este lamentable hecho, hubo también un partido, en el que poco fue lo que se jugó y mucho lo que se metió. Las estadísticas dirán que el campeón de la Copa Ciudad de La Plata fue Estudiantes, quien hasta la suspensión del encuentro se encontraba en ventaja por la mínima diferencia, gracias al gol de Carlos Auzqui.

Lo mejor del clásico se pudo ver en la primera etapa, en donde el pincha contó con las opciones más claras, incluso llegando a ponerse arriba en el marcador a través del certero remate de Auzqui, quien aprovechó un grave error de la defensa rival. Y fue luego de sufrir la caída de su arco, cuando Gimnasia se despertó y empujó a los albirrojos contra su área.

Ya para el segundo período ambos equipos se olvidaron de jugar, y ninguno pudo imponer sus condiciones. Pudo haberlo hecho el lobo, que por más de media hora contó con un hombre más tras la expulsión de Álvaro Pereira por una fuerte infracción a Facundo Oreja, quien tuvo que abandonar el terreno de juego por lo desmedida que fue la acción del uruguayo.

Si bien en todo momento el partido se jugó con pierna fuerte, no se preveía el drástico desenlace. Pero hubo una jugada que encendió la mecha y subió las pulsaciones. Sobre el final del espectáculo, Enrique Bologna -el arquero tripero- fue expulsado por Silvio Trucco, quien erróneamente interpretó que el jugador había usado sus manos fuera del área, evitando así una ocasión manifiesta de gol para los albirrojos.

Tras este episodio, la tensión ya se palpaba en el aire, que finalmente terminando estallando luego de la dura infracción que el volante estudiantil, Santiago Ascacíbar, le propinó a Antonio Medina. Segundos después de que Trucco le mostrara la tarjeta roja, fue cuando se desató la locura y los dos planteles se enfrentaron a puño limpio, en lo que por momentos se convirtió en una batalla campal, en la cual no había código que valga.

Por Federico Urriza@fedeurriza
Imagen Víctor DIAZ – Letra G