Lunes. 07:30.
El día comenzó como cualquier otro, levantándome temprano para cumplir con la rutina. Por supuesto el pie con el que bajé de la cama fue el derecho, no vaya a ser cosa de comenzarlo con el otro. Cosa de cabuleros. Debo confesar una cosa: dentro mío sabía que no era un arranque de semana más, que éste tenía un plus, algo único. Sin dudas, una certeza que muy pocas personas podíamos tener en ese momento específico.
La mañana se hizo eterna, los segundos parecían minutos y los minutos se convertían en horas. La ansiedad me carcomía. ¿Qué sentirían ustedes si supieran que están a pocas horas de conocer a esa persona que con su arte hace emocionar al mundo entero?
Él es tan bueno en lo que hace que no necesita promocionarse, hacer declaraciones impactantes o protagonizar hechos en su vida privada que den lugar a chimentos. Sus acciones dentro del lugar que más ama dentro de este planeta, hablan por él y por supuesto, lo definen.
Él es simple, no se alimenta de su ego, ni de las luces de las cámaras. Sino que lo hace haciendo lo que más le gusta, que es estar dentro de un rectángulo verde, delineado con líneas blancas. Escenario en el que todos los fines de semana rompe con las reglas establecidas para cualquier mortal: pero he aquí el verdadero secreto, él ni por asomo lo es.
La cita era a las 17:00 horas, pero decidí llegar un tiempo antes para prepararme mejor. Como cuando la esperás a tu novia con una rica comida preparada especialmente para ella, y que para sorprenderla verdaderamente, preparás cada detalle hasta el hartazgo, con tal de que todo salga según lo planeado.
Para colmo el lugar de encuentro no era para nada neutral, me encontraba en clara desventaja. Estaba entrando en su territorio, en su hábitat predilecto. Y yo no les puedo mentir: ¡No podía más de la emoción! Quería verlo, nada más que eso. De cerca o de lejos, no era lo importante. Sólo deseaba ver con mis propios ojos esa mirada con la que hipnotiza a la redonda. Habilidad con la que sólo los elegidos cuentan.
Lunes. 17:05.
Ya estaba en el lugar pactado, y a lo lejos me pareció verlo entre todo el tumulto de compañeros que lo rodeaban. Inmediatamente busqué las señales que confirmaran que mi vista no me estaba jugando una mala pasada. Como yo, numerosos presentes buscaban lo mismo. Los fotógrafos, con sus grandes lentes, corrían lógicamente con ventaja.
– ¿Vino no? Era la pregunta que se hacían todos.
Las noticias informaban que había llegado en horas de la mañana, que por coincidencia –o no– eran las mismas en las que había comenzado mi día. Sin desesperarme, me propuse agudizar mis sentidos para poder localizarlo, y en cuanto finalmente afine la mirada, me di cuenta de que lo que veía no era una ilusión: esa zurda mágica, inmortalizada con el nombre de su primer hijo, una pelota, y un número 10, me dieron la certeza de que era él y que finalmente lo iba a poder ver.
De a poco, con ese andar cansino, pero letal cuando así lo desea, entró a la cancha principal que posee la Asociación del Fútbol Argentino, el mejor jugador de los tiempos que corren. La leyenda viva, que aún busca seguir escribiendo su historia, que está llena de páginas doradas, pero que lejos está de conformarlo a él, al mejor de todos, a LIONEL MESSI.
Por Federico Urriza
Imagen Agencia VOVOPAD
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