Momentos previos al inicio del partido en San Juan. Federico Urriza

Luego de pasar una noche tranquila, ya repuestos del primer día, disfrutamos del desayuno del hostel que nos ofrecía una carta pequeña, pero rendidora. Quien suscribe, optó por una buena taza de té y facturas saladas. Mi cuerpo necesitaba un mimo, claro está. Antes del almuerzo, nos dedicamos a ultimar detalles para la tarde/noche que nos esperaba. Queríamos aprovechar la oportunidad que teníamos de estar en tierras sanjuaninas.

Por ello decidimos salir temprano para el Estadio, y ya para las tres de la tarde emprendimos el viaje. La calle, además de desolada, era un infierno. No puedo explicarles con palabras como pega el sol aquí en San Juan, parecía una jornada de verano.

El taxi en el que viajamos nos dejó en la puerta del Bicentenario. Al bajar, inmediatamente nos colgamos las acreditaciones e ingresamos al lugar que iba a ser testigo de la noche estelar de Lionel Messi.

Llegar con antelación tiene sus ventajas: aprovechamos para recorrer todos los rincones de la cancha, desde las populares, hasta el campo de juego y las cabinas de transmisiones. Y tras registrar el color de ambas parcialidades nos acomodamos para empezar a palpitar el inicio del encuentro.

Finalmente tanta preparación tuvo su premio: vivimos una noche mágica, llena de fútbol, en la que volvimos a creer en el potencial de esta selección. Y en la que disfrutamos hasta el hartazgo de las pinceladas del mejor jugador del mundo. Que fue protagonista tanto dentro como fuera de la cancha, y que ante la presencia de colegas de todo el país y del mundo anunció: “No hablamos más con la prensa”.

Por Federico Urriza